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Arrasó la moderación el 28-A

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El 28-A pincharon los españoles la burbuja imaginaria de la extrema derecha española. Vox, escisión ultra del PP de toda la vida, entró por primera vez en el parlamento con 24 escaños, pero no obtuvo la clave del poder.

POR SARA HØYRUP

La derecha rabiosa estaba a las puertas. La derecha harta, agresiva y antimoderna que da miedo a los demás: de que nos devolverá a tiempos oscuros, o simplemente de que nos robará votos.

Esta derecha logró convencer a muchos de "probar suerte" con ellos, como argumentaban muchos votantes en las redes durante los meses anteriores. Pero no arrasó. Simplemente dividía el voto que ya estaba fracturado por el enorme éxito que ha tenido Ciudadanos hace no tanto tiempo como defensor de los unionistas en Cataluña.

Ganó, pues, la moderación: Pedro Sánchez de PSOE repetirá, está vez con mayor legitimidad. Ya difícilmente le pueden llamar "okupa", como llevan haciendo la derecha y su base durante un año.

El efecto repercusión

Eso sí: el ultra Santiago Abascal logró marcar agenda político y mediático. Ansiosa de no perderse nada, la prensa cubrió intensamente al desafío que suponía Vox, regalando al partido una publicidad impagable. Había saltado el alarma ultra.

Temerosos de perder votos al flanco derecho, tanto el recién llegado líder Pablo Casado del conservador PP como Albert Rivera de los liberales en Cs comenzaron a sonar como sendas cajas de músic nacionalcatólica de antaño:

Sánchez era un "traidor" a la patria, repetieron los líderes y sus fieles.

El patriotismo español mostró una cara nacionalista con este tipo de vocabulario extremista y antidemocrático. Ambas derechas supuestamente centristas se declararon dispuestas a gobernar junto con Vox. Ya lo hacen en Andalucía ante las protestas de su aliado, el alcaldable francés-catalán Manuel Valls que postula por Barcelona en una colaboración poco clara con los liberales.

El cordón sanitario

También hemos visto las tres derechas hombro a hombro en Madrid en la plaza de Colón. Juntos, los integrantes de lo que los nacionalismos periféricos gustan de llamar "el trifachito" -concepto que suena al trifásico del obrero tópico- se manifestaron contra el gobierno socialista. Recordaba a los tiempos cuando el popular Mariano Rajoy en la oposición contra ZP, el entonces presidente José-Luis Rodríguez Zapatero, se opuso a las negociaciones socialistas con ETA que pretendieron lograr -y lograron- la paz en el País Vasco.

Durante la campaña esta primavera, una derecha unida prometió utilizar contra el PSOE el llamado "cordón higiénico" que en el norte de Europa -notablemente en Francia y Suecia- se usa para dejar fuera del poder a los ultras. Incluso cuando los nacionalistas antimigración ganan las elecciones como es el caso en Dinamarca.

Los partidos de la derecha se tomaron incluso el lujo de opinar sobre quién debía o no debía liderar el partido socialista: un puesto que deciden los bases del PSOE, partido más democrático que el PP (o la Convergència en Cataluña bajo todos sus nuevos nombres), donde el máximo líder apunta a su sucesor, con todo lo que ello conlleva.

Las expectativas derrotadas

Porque las tres derechas pensaban -animadas por las encuestas- que juntas iban a poder formar gobierno. Pero no fue así, y si bien Sánchez terminó repudiando también de Rivera, sus dos partidos tienen ahora una excelente ocasión de formar un gobierno progresista e inteligente de cómoda mayoría. Sus diferencias ideológicas serán la garantía de la moderación centrista del conjunto.

Las bases de PSOE no lo quiere así, a juzgar por sus gritos en la noche electoral, y muchos votantes de Cs tampoco, porque se han creído el bulo de que Sánchez está vendiendo Cataluña a los separatistas para seguir en Moncloa. Aún así, una coalición PSOE-Cs es el resultado más lógico tras el voto del domingo.

El panorama de los indultos

Sería malsano e irresponsable por parte de Cs seguir alimentando el temor extendido a un indulto de los que los unionistas consideran golpistas, justo ahora que los separatistas han perdido la clave al poder en un monumental error de cálculo táctico al hacer caer el Gobierno. Aunque también un indulto es plenamente posible dentro de la estrategia pacificador de Sánchez; o salir en tercer grado en un santiamén, como le ocurrió a Oriol Pubol, hijo del patriarca catalán por antenomasia.

Una "gran coalición" a la alemana entre PSOE y PP sería, en cambio, más antinatural y requeriría de apoyo añadido.

Y justamente esta vez interesa sobremanera dejar sin influencia a los separatistas y los otros nacionalismos periféricos, al menos los más radicalizados y exigentes.

Capitalizar del unionismo

Las elecciones generales de la primavera del 2019 tomaron color de la crisis constitucional que vive España de modo agudo desde el otoño del 2017, cuando la gran minoría separatista en Cataluña votó sí a la ruptura en un referendum anticonstitucional que violaba el estatut de la región y echaba mano a competencias que no posee el aparato regional.

El consecuente juicio en el Tribunal Supremo contra los líderes separatistas ha servido de tribuna publicitaria al partido de Abascal. En su papel de acusación particular, Vox ha podido cosechar muchos de los votos unionistas que en días anteriores se decantaban por Ciudadanos: para su enorme frustración, Cs nunca llegó a capitalizar de su enorme éxito fugaz. Han mejorado su resultado respecto al 2016, pero ya no lideran el unionismo como hicieron en el otoño del 2017.

El partido españolista surgido en Cataluña ha perdido muchos de los votos que los encuestas en aquel entonces les prometía. Eso mismo temían los liberales con razón, al ser Pedro Sánchez quien derrocó a Mariano Rajoy (apodado "Rajao" por su pasividad ante el desafío secesionista). Ante la rabia de Rivera, el líder socialista evitó convocar elecciones durante un año de poder quebradizo pero efervesciente, con mucha legislación pasadas como decretos-leyes.

El voto protesta

Y mientras pasaban los meses, algunos votantes unionistas se

radicalizaron y pasaron a Vox. Incluso votantes del movimiento indignado que dio a luz a Podemos, otro partido protesta, se pasaron de un brinco de la extrema izquierda a la extrema derecha. El populismo y la radicalización del descontento engendra ideologías revueltas, al igual como pasa en el movimiento populista de las chaquetas amarillas en Francia, y con los 5 Stelle en Italia.

Al norte de Europa, los xenófobos daneses nacen no de la derecha, sino de los socialistas. Son una especie de nacionalsocialistas en el sentido de "nosotros primero", como se dice abiertamente tanto en España como en Grecia, donde la Aurora Dorada cuida de "los suyos" y desean muerte a los migrantes y refugiados que acuden en masa por el Mediteráneo.

Ideologías reaccionarias

A diferencia de la ultraderecha en el resto de Europa, cuya propulsión es la migración musulmana vivida como imposible de absorber e integrar, la ultraderecha española atrae el voto migrante. (Si bien en Barcelona logró sus mejores resultados en Sarriá, uno de los barrios de la zona alta.)

Está claro en las redes sociales desde hace tiempo que en España hay mucho hartazgo del separatismo catalán, de las políticas de género modernizadores, y de lo que la derecha llama "el buenismo": una terrible palabra que sirve de traducción del concepto nazi de "Humanitätsduselei".

La actitud supremacista del nacionalismo catalán -y del vasco- ha provocado una contrareacción incluso entre gente que durante décadas tragaba el adoctrinamiento nacionalista y la discriminación por origen, que se ejercía por medio de la lengua distinguidor: en escuelas, en la administración, en los medios públicos, en la cultura subvencionada ...

Una radicalización por hartazgo

Todo apunta a que los votantes de Vox no son tan radicales como el partido mismo. Pero hartos sí, y tentados por la mano dura porque el descentralismo español ha servido para que los poderes fácticos en las regiones receptores de migrantes de zonas menos industrializados han incumplido impunes con el bien común, con lo acordado con el Estado, y con varios dictámanes a favor del bilingüismo en la educación.

La radicalización con nombre de Vox se cura tratando a las regiones y a los ciudadanos en igualdad de pie, protegiendo a los desfavorecidos contra los abusos de poder y las ingenierías sociales. No se cura despreciándoles por radicales y dejando los regiones a la deriva y en mano a poderes feudales nada modernos.//

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