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Cuando el Estado quiere a nuestros hijos

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A la vez que los medios de comunicación dan visibilidad a ciertos temas, dejan en la sombra a otros. La doctora Barbie Zelizer llama ”invisibilidad” al hado de las causas sin difusión y sin público. Hemos en Dinamarca una causa de este tipo. En un país donde casi todos creemos a pies juntillos en el Estado de Bienestar, ponemos el grito en el cielo cuando falla. Pero no cuando el Estado se pasa.

En mi tierra natal contamos con el Estado para todo; y poco cuestionamos que en cambio, el gran Estado y su sinfin de funcionarios se erige en Dios, juez y amo. Estos funcionarios se creen incluso amar más y mejor a nuestros hijos que nosotros mismos.
Y es que en Dinamarca nos fiamos poco de la naturaleza, sobre todo la de los demás. El instinto de criar puede fallar, y a veces los padres son los peores enemigos de sus hijos. Han salido a la luz casos espeluznantes de desamparo y abusos donde los servicios sociales no han actuado a tiempo pese a repetidos avisos.

El temor a volver a incumplir ha llevado a una fiebre de sobrecumplimiento por parte de los servicios sociales. Obligan a maestros y pedagogos a denunciar cualquiera percibida anomalidad so pena de condenas de cárcel. Invitan a la populación a delatarse anónimamente los unos a los otros; cualquiera puede acusar al ex o al vecino de cualquiera barbaridad. Los servicios sociales están obligados a ”actuar” sin comprobar primero si son ciertas las alegaciones.
Esto ha derivado a una falta completa de seguridad jurídica que debería alarmar a ciudadanos, políticos, letrados y medios de comunicación. Hasta la fecha apenas nadie ha logrado levantar la voz para protestar vigurosamente en contra de unas actuaciones más bien totalitarias y que crean mucho sufrimiento.///

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