← Back to portfolio

El periodismo comprometido

Published on

El periodismo comprometido

ARTÍCULO – Las figuras icónicas de las Brigadas Internacionales se unieron a la causa de defender la democracia y derrotar el fascismo. Contaron la guerra fratricida de España desde las trincheras. Hoy día, periodistas de ambos lados del conflicto catalán liberan la batalla informática desde sendas percepciones de lo que es la democracia y su antítesis, el fascismo.

POR SARA HØYRUP

El reportero debe amar la paz y la libertad, y defender la democracia y la justicia como “valores universales del humanismo”. Así lo estipula el código de ética periodística de la UNESCO, que remite a la “propia conciencia ética” del que informa al gran público y que tiene, por lo tanto, una “responsabilidad social”.

El código subraya que “las normas profesionales del periodista prescriben el respeto total de la comunidad nacional [y] de sus instituciones democráticas”. Continúa: “el periodista participa también activamente en las transformaciones sociales orientadas hacia una mejora democrática de la sociedad.”

El buen profesional se abstiene de “toda forma de apología o de incitación favorable a las guerras de agresión […] y a todas las otras formas de violencia, de odio o de discriminación”. Su oficio le “incita a resistir a la opresión de los regímenes tiránicos”.

Desde el frente

El código internacional data del 1983. Parece un calco de la actividad que llevaron a cabo casi medio siglo antes en España el fotógrafo Robert Capa y los escritores Ernest Hemingway y George Orwell, así como el poeta danés Gustaf Munch-Petersen, caído en la batalla del Ebro.

Capa en rigor fue dos fotógrafos: el húngaro André Friedman y su gran amor y promotora, la alemana Greta Taro que murió arrollada por un tanque en el 1937. Los dos anglosajones se alistaron como combatantes en la misma guerra que cubrieron como periodistas. El voluntario danés se limitó a describir las batallas en cartas privadas que luego fueron publicadas.

Los integrantes de las Brigadas Internacionales vivieron como un deber moral y una vocación ineludible arriesgar sus vidas en la guerra civil española que sirvió de precursor de la segunda guerra mundial. Capa et al. contaron el conflicto armado con sus cámaras y sus plumas desde las trincheras mismas.

Detractores han criticado los famosos montajes de Capa: Muerte de un miliciano, así como una gloriosa victoria republicana. Es discutible la convicción del biografista del fotógrafo, Horacio Fernandez del Castillo, de que su posterior participación en la primera contienda arabo-israelí del lado del nuevo Estado judío fue otro ejemplo de una justa causa.

En cuanto a Orwell, el hispanista Paul Preston sostiene el novelista no acabó de ”comprender el gran contexto, y ofreció una versión parcial y partidista”, tal como Orwell mismo admitió. Es el riesgo de la narración desde la trinchera.

El dilema inherente

En la casa comunista donde yo crecí, se hablaba de los comunistas de antaño que habían atravesado Europa en bicicleta para unirse a la causa republicana. Miramos con sorna los sellos encarados por el Generalísimo que nos llegaron en postales fascinantes, bañados en españolada: aún me recuerdo de las bellezas morenas en ondeantes vestidos rojos con grandes topos, bailando con toreros. Todavía se venden en Las Ramblas.

Los mandaron mis abuelos maternos desde su segunda vivienda en Mallorca. En noviembre 1975 yo acababa de cumplir 6 años, y asegura la fábula familiar que ya antes de la muerte del dictador, yo me había interesado por si era permisible fusilar a Franco. Moralmente, se entiende.

Se ve que yo tenía bien claro las pautas pacifistas del comunismo, pero también su inherente ilógica: ¿qué hacer para obtener la paz y la justicia anheladas? ¿Cuál es la respuesta humanista ante el antihumanismo?

El periodismo partidista

En casa leíamos el diario comunista Land og Folk (“país y pueblo”); título curiosamente nacionalista. Siendo todavía una niña pequeña, acompañaba a mi padre cuando le tocaba la tarea digna de Job de tratar de vender el diario de Partido a los vecinos delante del súper. Fue en el suburbio Værløse a 12 kilómetros de Copenhague, y en mi memoria estábamos siempre a tantos bajo cero.

Coincidía media vida más tarde en la redacción de otro periódico con un periodista que había trabajado para Land og Folk durante el canto del cisne del comunismo soviético. Su figura me tenía intrigada, y notaba su relación estrecha con otro renegado de la causa comunista. Siempre juntos, cubren para Weekendavisen la alta política danesa con un cinismo risueño nacido, supuse siempre, de haber perdido la fé. Semana tras semana, década tras década cuentan el juego por el poder como un culebrón sin fingir creerse nada. Se han vuelto ateos ideológicos, o ¿tal vez siempre lo fueron?

En una entrevista radiofónica, Hardis trata de explicar qué hacía él en su día en la redacción del diario comunista. “Fue el espíritu de la época,” afirma con llana honestidad. “Fui oportunista.” Hardis se arrepienta de su colaboración y exclama su mea culpa por haber así “legitimado un ambiente totalitario y jesuita”.

Se puede, pues, equivocar de causa.

El conflicto catalán

Las dudosas causas buenas nos llevan a Cataluña. El buen periodista, estipula el código ético también, debe esforzarse por “extirpar el colonialismo y el neocolonialismo”. Hay quien lee el conflicto catalán en estas claves. No faltan referencias a los derechos humanos, el derecho a decidir, la democracia y la desobediencia civil. Héroes como Ghandi, Martin Luther King y Nelson Mandela son evocados sin rubor.

Un diario como Ara se hace eco de este ideario, y existe “el periodista independentista” como figura. Pero los argumentos cojean. Resultan rebuscados, y se desploman si son inspeccionados de cerca.

En la trinchera de en frente tenemos a varios periódicos digitales así como el blog de Dolça Catalunya. Este último atrae con su descaro y desenfreno un amplio público unionista harto de callarse e indipuesto a continuar la sumisión ante el supuesto “consenso social” del catalanismo reinante durante décadas.

La prensa separatista y la unionista, así como la susodicha “equidistante” malquerida por ambas bandas, representan mundos distintos. Son cámaras de eco y burbujas monocolor sin salidas. Tergiversan y barren hacia casa, y dejan la vía abierta a las noticias falsas o simplemente escogidas a mano, manipuladas y exageradas.

Sufre la información objetiva y desinteresada cuando una sociedad está dividida. Y quien dice que no hay fractura social en Cataluña, miente.

Una causa justa, ¿o tal vez no?

La derecha españolista y su prensa lo tiene claro: el secesionismo catalán es obra del Diablo. La derecha catalanista se divide entre los pocos pragmáticos que quedan (y los que están camino de vuelta a esta posición), y una derecha radicalizada. Nuestra doble presidencia y quienes comulgan con esta exConvergencia van de la mano de los antisistema en CUP haciendo ver que en su banda no hay derecha, sólo derecho y rectitud.

Pero ¿y la izquierda? El inacabable proyecto progresista de justicia social, ¿cómo se posiciona? (y con él, sus informadores).

La izquierda en el extranjero está extática con la posibilidad que se les brinde de ser los nuevos voluntarios en un conflicto fratricido en suelo español. Un ejemplo es Pelle Dragsted, parlamentario de la izquierda unida danesa que se dejó invitar como “international guest” el 1-0 por Diplocat, cuerpo paradiplomático que Dragsted sostiene es “un oenegé”.

Antaño, cuando andaba enamorado del chavismo de Venezuela, Dragsted hacía un especie de periodismo activista. Ahora se limita a escribir tweets “informando”.

Dentro de Cataluña, sin embargo, se oyen protestas desde la izquierda antinacionalista. Reconocidas voces progresistas como la catedrática de Derecho Teresa Freixes y el ensayista Jordi Gracia insisten en la contradicción inherente entre ser nacionalista y ser verdaderamente de izquierdas. Apuntan que quien es chauvinista e insolidaria no es progresista.

Entre los fundadores de Ciutadans hubo exmilitantes del partido socialista hartos del apaciguamiento al nacionalismo catalán. Surgen grupos como Federalistas d’Esquerres en las redes sociales que asegura que “volem una Espanya federal en una Europa federal i socialment justa”. Están convencidos de que España sí que es reformable.

La capacidad de análisis

La trampa está tendida a todo periodista que cubre la zona. El que no se contenta con escribir un periodismo soso y “equidistante” –cosa de por sí engañoso– cae con facilidad en una de las trincheras. Desde ahí se hace un periodismo partidista que no cumple con la obligación profesional a la objetividad.

La clave para hacer un periodismo de rigor comprometido con su entorno y su objeto de estudio, es la capacidad de análisis. El periodista que desea cumplir con el código ético de su profesión debe saber discernir las actitudes verdaderamente democráticas de las antidemocráticas. Debe entender qué es el Estado de Derecho y evitar caer en la banalización populista de conceptos como democracia y justicia. Debe saber llevar a cabo un análisis lingüística de las intenciones detrás de las palabras enunciadas. Debe continuar esta labor analítica incesante sin instalarse permanente y comodamente de un lado.

El periodista indigno de su oficio no lo es por estar comprometido. Lo es por ser incapaz de –o indispuesta a– realizar los análisis pertinentes.///

FUENTES

Subscribe to get sent a digest of new articles by Sara Høyrup

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply.