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El fotógrafo murió con las botas puestas

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RETRATO – Robert Capa usó su cámara para relatar noticias bélicas. El pionero murió ejerciendo su oficio en un momento de declive personal.

POR SARA HØYRUP

Robert Capa llevó al público mundial las imágenes de guerras lejanas que de este modo se hicieron cercanas. El desarraigado refugiado perpetuo supo sacar provecho de las situaciones desesperadas a las que le expuso el destino, o en las que se involucró él mismo. Nacido en el 1913 en Hungría, cayó en combate en Indochina en el 1954.

Con 25 años fue coronado ”mejor fotógrafo del mundo” tras mostrar su talento y valentía en las trincheras españoles. En el 1932 entrevistó en Copenhague a un personaje tan significativo como el desterrado León Trotski.

En Robert Capa puede buscar inspiración los actores del periodismo hoy día, cuando la falta de un modelo de negocio viable y la consecuente precariedad rampante invita al derrotismo y el oportunismo. Hemos en él un profesional que ejercía su oficio de corresponsal contra viento y marea desde el día que se hizo fotógrafo ante el obstáculo de no dominar la lengua que le rodeaba. Se negó a desistir de su propósito de ser periodista.

El hombre inventado

En rigor, Robert Capa nunca existió: el fotógrafo que regaló al mundo fotos icónicas como ”Muerte de un miliciano” se llamó en realidad André Friedmann. Su seudónimo fue usado también por su gran amor Gerda Taro hasta fallecer esta en 1937 en la línea de combate por temeraria.

El inventado personaje norteamericano Robert Capa sirvió a la pareja como branding: con él, lograron triplicar el precio al que vendieron las fotos del genial artista que más que un gran técnico fue un héroe comprometido.

Día D

Armado de sus cámaras y arropado por compañeros del mismo estirpe y convicción –entre ellos los novelistas Ernest Hemingway y George Orwell de las Brigadas Internacionales– contó al mundo la guerra fratricida española. El combate contra el fascismo continuó, y el aclamado fotografó asistió a las desembarcaciones de tropas norteamericanas y británicas.

La primera fue en el pueblo Anzio al sur de Roma, que todavía hoy día guarda viva la memoria de las duras batallas por la zona. La segunda fue el día D victorioso en Normandía. Su vida corrió gran riesgo, y el único otro fotógrafo presente jamás llegó a desembarcar.

De las 109 fotografías que sacó en la playa antes de ponerse a salvo, sólo llegaron bien 11 a la redacción de Life por un error técnico del encargado; y tuvo que soportar la insufrible deshonra de que ésta le culpase a él de la pérdida.

Magnum

Este incidente fue uno de muchos que provocaba una desconfianza mútua entre el carismático, mujeriego y ludómano fotógrafo y las redacciones. Fundó la agencia Magnum junto con compañeros del mismo parecer, entre ellos otros famosos como Henri Cartier-Bresson (él de la foto del beso callejero) y David Seymour.

La idea era devolver el poder al fotógrafo, si bien Robert Capa guardó para sí el poder de despilfarrar el dinero de la agencia. El idealista había entrado en una degradación moral, desesperado por la pérdida de su primer gran amor, y incapaz o indispuesto a atarse a su segundo gran amor: la diva sueca Ingrid Bergman. El ambiente frívolo de Hollywood no casaba con su necesidad de adrenalina y sentido existencial.

Dijo despreciar la guerra, pero vivió de y por ella. Disfrutaba de las temporadas hedonistas en la retaguardia; pero invariablemente le llevaban a un espiral hacia abajo, ebrio y entregado a los juegos de azar que le arruinaron una y otra vez.

Tomando partido

En una guerra, es inevitable estar de un lado u otro. El corresponsal de guerra está a un lado del frente o el otro.

Robert Capa, judío y desterrado una y otra vez, acompañó a los sionistas al nacer el Estado de Israel. Hizo suya su causa y la convicción de merecer este nuevo país, por mucho que implicaba desterrar, terrorizar y deshumanizar la población árabe presente. Hay quien considera que sólo con su siguiente guerra –la fatal de Indochino tras no acudir a la de Corea– Robert Capa se puso del lado equivocado.

Quizá la verdad sea que, si bien algunas guerras cobran un significado moral aparentemente indiscutible, las guerras fuera de las películas norteamericanos no se libran entre buenos y malos sino entre personas humanos que sufren y mueren.///

Fuentes

”El héroe inventado” de Horacio Fernández del Castillo, http://www.jotdown.es/2013/09/... y siguientes (ii, iii, iv)

Anzio: primera mano

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